[…] cuando algo bueno nos pasa, hay que saber vivirlo. Hay que lanzarse de cabeza a esa piscina de felicidad, zambullirse sin miedo, perder el traje de baño, empaparse el pelo, irritarse los ojos, tragar agua, apurar hasta quedarse casi sin aire… Dame todos los daños colaterales de la felicidad, pero dame felicidad.
Croquetas y wasaps, de Begoña Oro
Precisamente aquí me encuentro yo, en el borde de la piscina y sin acabar de atreverme a lanzarme de cabeza. Y es que, blogueros, ayer acabé los exámenes. Los últimos exámenes de la carrera, que son especialmente horrorosos y terroríficos. Pero ya están hechos y aprobados. Y tengo frente a mí una piscina llena de felicidad y refrescante tranquilidad, a la que también llamo ‘vacaciones de verano’; pero entonces recuerdo lo ominosas (
hola, soy guay y utilizo palabras inteligentes) que fueron las vacaciones de Navidad y de Semana Santa y temo esos daños colaterales que menciona la Oro. Y es que cuando te lanzas (bien) de cabeza, dejas toda protección en el bordillo y te expones como nunca a todo. Después los golpes duelen más, claro. Sin embargo, el agua es fresca y promete hacerme borrar los nervios de los pasados meses y proporcionarme un punto y aparte. Y esa es la mejor promesa que pueden hacerme ahora mismo, así que levanto las manos y… ¡chof!
Hola, verano, ya estoy aquí. Y te he echado de menos.
♥ Y vosotros, blogueros, ¿sois de que os lanzáis de cabeza o de los que esperáis en el bordillo?